Malos pensamientos sobre pedir ayuda
¿Por qué es tan difícil pedir ayuda? ¿Por qué le tenemos miedo a la vulnerabilidad? ¿Cómo puedo conectar con otros?
“What is the bravest thing you’ve ever said?, asked the boy.
‘Help’, said the horse.
‘Asking for help isn’t giving up,’ said the horse. ‘It’s refusing to give up.”
Gracias por acompañarme en esta primera carta que estoy escribiendo. Justo fue un ejercicio bonito lo que ocurrió con este newsletter. Les pedí ayuda y ustedes respondieron a esa petición.
Pero no crean, antes de hacer esto, incluso antes de pensar en escribir esa historia o ese tweet, lo pensé mucho.
Porque de eso se trata lo que pensé: pedir ayuda.
Pedir ayuda suele ser difícil.
A lo mejor es un statement duro de lanzar a la primera. Y aunque he intentado cambiar esta percepción con el tiempo, durante muchos días ha sido esa mi realidad.
Este temor puede deberse a diversas razones:
No queremos molestar al otro
Sentimos que no merecemos esa ayuda
Tenemos miedo al “no”
O el tan famoso: “aquí estoy quejándome del mundo. No debería quejarme porque hay gente que sufre más”.
Y eso, me atrevo a decirlo, me parece que puede ser una sensación globalizada a cualquier género. Y aunque no quiero ponernos como víctimas (a los hombres), creo que podemos llegar a tener más “temor” de pedir ayuda. Al menos, otra vez, ha sido un poco mi realidad.
Escribiendo esto me puse a reflexionar sobre las veces en las que yo lo he hecho. Pedir ayuda.
No vino una específica a mi mente, pero si cómo ha ocurrido. Mi rutina ha sido —en aquellos “problemas” generalizados— darle mil vueltas en mi mente para luego buscar a alguien cercano para que me ayude a desenredar el nudo que yo mismo creé.
Pedir ayuda no debería ser difícil, pero lo es. Porque nos expone, nos hace “débiles” y vulnerables ante el otro.
Conversé con Bélgica, una vieja compañera de andanzas y psicóloga y me comentó algunos puntos bien interesantes sobre este tema:
“Al hombre se le dificulta pedir ayuda por su estructura emocional. Las mujeres tienen más carga de hormonas. Es algo que tiene que ver con los hemisferios izquierdo y derecho”, me dijo.
Me comentó también que “los hombres tienen una mente más a la resolución de un problema”, por eso, me ejemplifica, cuando un hombre llega a casa después de un problema en el trabajo no verbaliza lo que le pasó porque su pareja, al no estar enfrentando la misma situación o no conocer todos los factores que él, posiblemente no le dé una respuesta que le ayude. Por eso, cuando preguntan: “¿cómo estás?”, la respuesta casi siempre será “bien”, y nada más.
Por supuesto, yo considero que a esta capacidad de resolver problemas, pero no saber pedir ayuda, se suma una serie de factores como la crianza que nos dieron y la enseñanza —o no— que nos brindaron nuestros padres de ser vulnerables. Aunque esto último no siempre sucede. Y parece que no siempre hay excepción.
Como seres humanos debemos estar abiertos a ser vulnerables —o al menos intentarlo— pero, otra vez, son nuestras culturas, crianzas que tuvimos o un círculo sin mucha inteligencia emocional las que nos cortaron la posibilidad de abrirnos y ser vulnerables, de tener esa capacidad, más presta, de pedir ayuda cuando lo necesitemos.
No sé si antes era más difícil hacerlo. Pero en nuestro mundo cada vez más conectado parece que se vuelve complejo. Por un lado, tenemos a la vulnerabilidad como el corazón de las experiencias humanas más significativas que podamos tener, y por otro, personas que parecen absortas en sus mundos —algunas veces virtuales— que no dejan tiempo a tener ese link con el otro.
Eso sí, por alguna extraña razón, estamos más dispuestos a escuchar al otro cuando pide ayuda. Somos más capaces de responder bien a esos gritos, pero terriblemente descuidamos las pequeñas indirectas propias cuando estamos en aprietos. No sé si sea malo o no.
Empezando a ser buenos en la vulnerabilidad
En el 2021 leí Daring Greatly: how the courage to be vulnerable transforms the way we live, love, parent and lead de Brené Brown, luego de verlo en una recomendación en Twitter.
Brené plantea cosas que me hicieron cuestionarme cómo llevaba mi vida y mis relaciones en ese momento.
Entiendo que podemos ser celosos con la información que compartimos de nosotros mismos con otras personas, y no está mal. ¡Yo mismo soy así! Pero al ser vulnerables, nos abrimos a ponernos en una posición en la que no solo construimos/fortalecemos la confianza con la otra persona, sino también podemos encontrar más disposición de pedir ayuda, y sobre todo, de recibirla.
“La vulnerabilidad es el lugar de nacimiento del amor, de la pertenencia, la alegría, el coraje, la empatía y la creatividad. Es la fuente de la esperanza, de rendir cuentas y ser auténticos”, Brené Brown.
Además, si queremos tener mayor claridad en nuestro propósito —como humanos— o darle más significado a nuestra espiritualidad, “la vulnerabilidad es el camino”.
Yo me di la licencia de ser vulnerable con algunos.
Dejé de verlo como un aspecto débil, y con el riesgo de que las otras personas me vieran como alguien que “se sobreexpone mucho”. Pero entendí que ser vulnerable requiere estar abierto también a la posibilidad de que pueden lastimarte. Por otro lado, el resultado al final, que sería una ganancia, es que te escuchen.
Por supuesto, las personas se ganan ese derecho, de escuchar nuestra historia, de que podamos compartirla con ellos.
Lo bonito que me he encontrado con esto es que ser vulnerable pronto se vuelve algo mutuo y pasa a ser un factor indispensable en el proceso de construcción de la confianza con la otra persona. Mis relaciones ahora tienen un poco más de propósito luego de haber dado este primer paso. Hay más significado en lo que llegamos a ser como individuos… como personas.
Por eso, pedir ayuda requiere coraje, demanda que seamos conscientes de nuestra necesidad, de que no podemos solos, que necesitamos ayuda, pero también de compromiso, y trabajo, cada uno de los días.
Amanda Palmer lo decía subida en un cajón, frente a un montón de gente: “pedir —ayuda— te hace vulnerable”. Pero te da la posibilidad de conectarte, “y cuando te conectas con las personas, ellas mismas van a querer ayudarte”.
En un momento complicado de 2020 —un año dificilísimo para el mundo entero, de por sí— recibí la recomendación de una aplicación en la que intercambias cartas con otras personas. Lo interesante de esta aplicación es que a quien le escribas la carta no la recibirá en ese instante, sino que pasará algo de tiempo para que le pueda llegar. El tiempo lo determina el país donde vive el receptor.
La aplicación tiene el afán de rescatar esa sensación de espera y largas distancias de otrora.
Aunque no lo pedí, al escribir cada carta, y tener respuesta, y seguir escribiendo y hablando con esas personas, me volvía vulnerable, porque ¿qué mejor que contar tus traumas a un desconocido que no te juzga?
Y así iba sanando.
Pude hablar —quizá con esta ventaja al no conocerlos— pero pude abrirme y ser vulnerable, recibir ayuda ante ese momento, encontrar empatía.
Ser vulnerable requiere coraje, pedir ayuda valentía, pero ambas te dejarán la satisfacción de tener mejor propósito en tus relaciones y con las personas que están cerca de ti.
¿A dónde me llevan mis pensamientos?
Unas semanas atrás me conseguí con @pidoelsilencio por Twitter, una curadora que muestra poesía y que te hace querer enamorarte para dedicar todas esas líneas y frases a la otra persona.
Ya comenzó la temporada de premios y hay películas del 2022 que me gustaron mucho y ahora están compitiendo en los Oscar. Sin embargo, este TikTok sobre un mundo plagado de “zombinfluencers” es una verdadera joya. “I got a bullet for you”, merece un gran reconocimiento.
En HBO están dando The Last of Us, y la historia está increíble. Desde el primer capítulo no solo han sabido captar la esencia del juego, sino que la manera en como han construido el suspenso, y las presentaciones de cada personaje ha sido majestuosa. El segundo episodio fue realmente asombroso, y el prólogo fue bastante aterrador. En la cuenta oficial de Instagram suben fragmentos como este, que puedes ver y así revivir los sentimientos de cada domingo.
¿Qué hago para llenar mis pensamientos?
Este enero vi Rat Movie (2016), un documental que explora la historia de Baltimore, una ciudad de Estados Unidos y cómo se ha construido con estos animales a lo largo de su historia, con el racismo como base.
El documental está bien interesante, y ahí nombran un estudio que plantea la posibilidad de que las ratas sueñen con el futuro.
Como me gustó la película, me puse en plan de buscar más información y me encontré con el ensayo: Do Rats Dream of a Journey to a Brighter Future?, y presenta una perspectiva interesante para la vida.
¿Dónde estoy en mis pensamientos?
Hace unas semanas fui a Playa Redondo II en Miraflores, Lima. Fue la primera vez en mis casi seis años viviendo en esta fría y gris ciudad que sentí el agua “caliente”, aunque las piedras no fueron muy amables con mis pies.
Ahí estoy en este momento.
Si llegaste hasta aquí, muchas gracias por leer. Gracias también por sumarte a esto, y ayudarme a pensar, a que los viernes no me abrumen y tenga “una vía de escape”.
Si quieres compartirme algo, solo tienes que responder este correo.
Aunque actualmente tengo 5.139 mails sin leer, prometo que el tuyo si lo pondré como prioridad.
Yo soy una chica y me cuesta pedir ayuda. Siempre he pensado como algo positivo ser fuerte o aparentar serlo. Para que la gente me vea como alguien en quien nos podemos apoyar, o alguien con quien podemos contar. Y pues de manera contraria siento que pidiendo ayuda me verían como "pobresita a ver si podemos ayudarla" y eso no me gusta. También está el hecho de que poco lo hago así que tal vez nosé muy bien hacerlo. Porque si .. también hay que saber pedir ayuda. En fin a veces me parece muy complicado y mantengo mi postura hasta estar completamente agobiada. Un poco como "Luisa" de la película animada "Encanto" en fin a veces es necesario pedir ayuda pero creo que cada día es más difícil en una sociedad que va muy rápido y que muy amenudo no tiene tiempo de parar a escucharte. Besos. Excelente post. Hasta pronto.